Arqueólogos descubren una ‘torre de calaveras’ azteca de 500 años de antigüedad

Fotografía: Raúl Barrera Rodríguez
Fotografía: Raúl Barrera Rodríguez

La arqueología en la Ciudad de México tiene una reputación más apasionante que la mayoría.

Para empezar, uno de los hallazgos clave no fue obra de arqueólogos, sino de electricistas. Tomemos como ejemplo lo que ocurrió en 1978. Cuando se derrumbó el piso del sótano, un grupo de trabajadores vio una estatua que resultó ser la diosa azteca Coyolxauhqui.

Este descubrimiento anunció la reaparición de la antigua pirámide del Templo Mayor, o más bien de sus cimientos.

El Templo Mayor fue uno de los templos principales de los aztecas en su capital Tenochtitlan, hoy Ciudad de México. Su estilo arquitectónico pertenece al periodo Posclásico Tardío de Mesoamérica.
El Templo Mayor fue uno de los templos principales de los aztecas en su capital Tenochtitlan, hoy Ciudad de México. Su estilo arquitectónico pertenece al periodo Posclásico Tardío de Mesoamérica.

Una parte importante de la capital de la isla, Tenochtitlán, y hogar del pueblo mexica, fue atacada por los conquistadores españoles en el siglo XVI. En su lugar construyeron lo que eventualmente se convirtió en la Ciudad de México que conocemos hoy.

Tenochtitlán era una ciudad de pirámides, con el Templo Mayor actuando como punto focal de culto. Encima había dos templos dedicados a Huitzilopochtli, el dios de la guerra, y a Tláloc, dios de la lluvia.

El dramático descubrimiento de Coyolxauhqui demostró que todavía había vida en la cultura mesoamericana.

Cabeza de Coyolxauhqui del Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México. Foto de Carlos yo – CC BY-SA 4.0
Cabeza de Coyolxauhqui del Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México. Foto de Carlos yo – CC BY-SA 4.0

Tenochtitlan se fundó en 1325 y sus pirámides y templos eran materia de leyenda, sobre todo por las horripilantes historias de sacrificios humanos asociadas a la sociedad.

Altar Tzompantli con filas de cráneos tallados en el Templo Azteca (Templo Mayor) en las ruinas de Tenochtitlan – Ciudad de México, México.
Altar Tzompantli con filas de cráneos tallados en el Templo Azteca (Templo Mayor) en las ruinas de Tenochtitlan – Ciudad de México, México.

La tradición comenzó cortando el corazón del alma del desafortunado (o afortunado si eras creyente).

Luego los decapitaban y les extraían la carne del cráneo, a la que le hacían dos agujeros en cada lado antes de clavarla en un poste horizontal.

Templo El Castillo Kukulkán, Chichén Itzá, Yucatán, México.
Templo El Castillo Kukulkán, Chichén Itzá, Yucatán, México.

Según los conquistadores, vieron evidencia de aproximadamente 100.000 cráneos alrededor del Templo Mayor, formados en un estante de estos postes llamado “tzompantli”.

En una descripción más moderna, un artículo de 2018 en el sitio web de la revista Science  lo expresó así: “La escala del estante y la torre sugiere que contenían miles de cráneos, testimonio de una industria de sacrificios humanos como ninguna otra en el mundo”.

Dibujo de un tzompantli del manuscrito azteca de 1587, el Códice Tovar.
Dibujo de un tzompantli del manuscrito azteca de 1587, el Códice Tovar.

Nunca quedó claro si esta vívida descripción era un hecho histórico o la hipérbole de los españoles, que querían pintar al pueblo conquistado de la manera más negativa posible.

7 cosas que quizá no sabías sobre los mayas.

Sin embargo, como sugiere la cita anterior, los arqueólogos han comenzado a desenterrar el tzompantli y a observar las cavidades huecas de sus víctimas sacrificiales.

Desde 2015, un equipo del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) ha estado excavando el área junto a la Catedral de la Ciudad de México, donde se examinan los secretos del Templo Mayor y sus cráneos para determinar qué tipo de personas fueron sacrificadas.

Un tzompantli, ilustrado en el manuscrito azteca del siglo XVI, el Códice Durán.
Un tzompantli, ilustrado en el manuscrito azteca del siglo XVI, el Códice Durán.

Con ello, también esperan obtener más información sobre el papel que desempeñaban los sacrificios en la vida cotidiana del pueblo mexica. John Verano, bioarqueólogo, destacó la combinación de reverencia religiosa y consolidación política que, según él, representan los sacrificios:

“El asesinato de cautivos, incluso en un contexto ritual, es una fuerte declaración política”, dice Verano. “Es una forma de demostrar poder e influencia política y, como han dicho algunas personas, es una forma de controlar la propia población”.

Chichén Itzá Tzompantli. Foto de Anagoria CC Por 3.0
Chichén Itzá Tzompantli. Foto de Anagoria CC Por 3.0

En cuanto a esa población, se han sugerido varias teorías sobre quién fue seleccionado para entregar su vida y apaciguar a los dioses.

El análisis de isótopos en los dientes y huesos de los cráneos indica que las víctimas residieron en Tenochtitlan durante un largo período de tiempo antes de su fallecimiento.

Tzompantli en plata en el taller de Xolotl en Tlalnepantla, Estado de México. Foto de Thelmadatter CC BY SA 4.0
Tzompantli en plata en el taller de Xolotl en Tlalnepantla, Estado de México. Foto de Thelmadatter CC BY SA 4.0

Esto respalda la idea de que los cautivos vivían con familias locales en el período previo a la matanza, mientras que otros expertos pensaban que las personas eran vendidas específicamente con el propósito de sacrificarlas. Entre los cráneos se encuentran hombres, mujeres y niños, pero predominantemente hombres.

Por espeluznante que sea, la colección de cráneos que los arqueólogos examinan detenidamente es un registro histórico de la cultura antigua. Perturban el sueño de los muertos, pero al mismo tiempo les dan a ellos una nueva vida y a nosotros una visión del mundo de los aztecas.