Hoy es mi cumpleaños, pero parece un día cualquiera. Cuando me despierto con la luz del sol entrando por mi ventana, no puedo librarme del sentimiento de pesadez en mi corazón. Cojo mi teléfono con la esperanza de encontrar una avalancha de deseos de cumpleaños inundando mis notificaciones, pero para mi consternación, no hay nada. Ni un solo mensaje, ni siquiera un simple “Feliz Cumpleaños” de un amigo o un ser querido.
Intento ignorar la decepción, convenciéndome de que tal vez todos estén ocupados y lo recordarán más tarde. Pero a medida que avanza el día, el silencio se vuelve ensordecedor. Es como si me hubieran olvidado, abandonado en un mar de indiferencia.
Recorro las redes sociales y veo publicaciones de otras personas que celebran sus cumpleaños con sonrisas alegres y mensajes sinceros de amigos y familiares. Cada me gusta, comentario y acción compartida se siente como una puñalada en el corazón, un recordatorio de lo que me estoy perdiendo.
Intento distraerme y seguir los movimientos del día, pero la tristeza persiste como una sombra. Me pregunto qué hice mal, por qué a nadie parece importarle lo suficiente como para recordarlo. La duda y la inseguridad invaden, arrojando una nube oscura sobre lo que debería haber sido un día de celebración.
A medida que el día llega a su fin y el reloj marca la medianoche, no puedo evitar sentir una sensación de soledad que me invade. Un año más, pero sintiéndome más sola que nunca. Se suponía que hoy sería mi día especial, pero en cambio, es un doloroso recordatorio de lo solo que estoy realmente.
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