El pequeño perro con forma de huevo estaba hundido en la nieve helada, su cuerpo temblaba de miedo y aturdimiento. Con sólo un año de edad, Lunka no era consciente del motivo de su exposición a tal brutalidad.
Estaba allí, sollozando, completamente inmóvil, con su pequeño cuerpo cubierto de golpes y moretones. Su cuerpo sin vida y frágil estaba empezando a ser consumido por gusanos.
Lo tomaron en brazos, lo cubrieron con un manto viejo y oraron a Dios para que le salvara la vida. Le pidieron a Lunka que aguantara un poco más para aguantar el ataque hasta el amanecer. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses.
Lunka pasó por un largo período de terapia y luchó valientemente por recuperarse. Pero a pesar de las terribles dificultades y el sufrimiento, nunca se rindió.
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