Enterrada durante la mayor parte de su vida en la arena del desierto, la Gran Esfinge siempre ha estado rodeada de un aire de misterio, lo que ha provocado especulaciones sobre su edad y finalidad, su método de construcción, sus cámaras ocultas, su papel en las profecías y su relación con las igualmente misteriosas pirámides. Gran parte de esta teorización desespera a los egiptólogos y los arqueólogos que, razonablemente, solo dan crédito a las teorías que están respaldadas por pruebas tangibles.
El misterio de la Gran Esfinge
Orientada hacia el sol naciente, la Gran Esfinge se encuentra en la meseta de Guiza, a unos 10 km al oeste de El Cairo, en la orilla occidental del río Nilo. Los gobernantes egipcios posteriores la adoraron como una manifestación del dios del sol y la llamaron Hor-Em-Akhet (“Horus del horizonte”). La Esfinge se encuentra en parte de la necrópolis de la antigua Menfis, sede del poder de los faraones, a poca distancia de tres grandes pirámides: la Gran Pirámide de Khufu (Keops), Khafre (Kefrén) y Menkaura (Micerino).
El monumento es la mayor escultura que se conserva del mundo antiguo, con 73,5 m de longitud y 20 m de altura en algunas partes. Faltan parte del uraeus (cobra sagrada que protegía de las fuerzas del mal), la nariz y la barba ritual; la barba se exhibe ahora en el Museo Británico. Las extensiones a los lados de la cabeza forman parte del tocado real. Aunque la cabeza de la Esfinge está muy afectada por miles de años de erosión, todavía pueden verse restos de la pintura original cerca de una oreja. Se cree que originalmente la cara de la Esfinge estaba pintada de rojo oscuro. Un pequeño templo entre sus patas contenía decenas de estelas con inscripciones colocadas por los faraones en honor al dios Sol.
El sueño del faraón
La Esfinge ha sufrido mucho los estragos del tiempo, del hombre y de la contaminación moderna. De hecho, lo que la ha salvado de la destrucción total es el hecho de haber estado sumergida bajo la arena del desierto durante la mayor parte de su vida. Ha habido varios intentos de restaurar la Gran Esfinge a lo largo de los milenios, desde el 1400 a. C. con el faraón Tutmosis IV. Tras quedarse dormido a la sombra de la Esfinge cuando salía de caza, el faraón soñó que la gran bestia se ahogaba por la arena que la envolvía, y que le decía que si limpiaba la arena obtendría la corona del Alto y Bajo Egipto. Entre las patas delanteras de la Esfinge hay una estela de granito, ahora llamada “Estela del Sueño”, que lleva inscrita la historia del sueño del faraón.